Rincón de la poesía
Aquí os presento mi poema favorito, el que marcó mi vida, y el que me enseñó a querer la poesía, a enamorarme en sus frases, a encontrar sentido en sus escritos.
Os explicaré que todavía era una adolescente cuando la descubrí, y sucedió un sábado, una llamada a primera hora de la mañana me anunciaba que un buen amigo había tenido un accidente. Muy grave decían sus palabras, que estaba ingresado en el Hospital de Valle Hebrón.
Nos dispusimos a ir esa misma mañana, durante el trayecto íbamos pensando en las frases de apoyo y para darle fuerza.
Cuando llegamos, fuimos directamente a información para preguntar en qué habitación estaba ingresado, pero había un error, el chico había ingresado de urgencias, pero estaba en la morgue, había fallecido de madrugada. El recepcionista se levantó rápidamente, pues seguro mi cara reflejó que me iba a caer fulminada. Fue un duro golpe, todavía me cuesta no derramar lágrimas por él. Por lo joven que era...por todo.
En la asignatura de lengua, ese mismo curso dimos la generación del 27, y el primer poema que leyó mi profesor fue este:
Elegía de Miguel Hernández
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera;
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y en tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata le requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Va por ti, Javi estés donde estés.